CONOCE

CÓMO PARTIÓ TODO

Bernardita Larrain

Fundadora Alma Camps

Todo comenzó en 2021, cuando una idea —más bien, una certeza— empezó a tomar forma en mi corazón: quería que niños que nunca han tenido la oportunidad de salir de vacaciones pudieran vivir unos días en un lugar hermoso, en medio de la naturaleza.
Pero no se trataba de cualquier niño: eran niños que viven en hogares de acogida, niños que muchas veces no han sentido el amor ni han experimentado la belleza y la paz que la naturaleza puede ofrecer.

Así nació Alma Camps, con el sueño de regalarles algo más que unas simples vacaciones: unas vacaciones con sentido.

Al principio no tenía nada —ni experiencia, ni lugar, ni equipo—, solo la convicción de que esto debía hacerse. Hasta que finalmente una directora de una residencia de Lontué, Curicó confió en el proyecto y dijo: “Vamos, yo creo en esto.”
Y ahí comenzó todo.


Encontramos un lugar maravilloso en el Cajón del Achibueno, Linares, rodeado de montañas, ríos y bosque nativo. Reuní a dos personas más, y juntas diseñamos el primer campamento, basado en cinco pilares que hasta hoy nos acompañan:
🌿 Naturaleza
💛 Amor propio
🌈 Sueños
🙏 Espiritualidad
🤝 Amistad y comunidad

Cada día del campamento giraba en torno a uno de estos temas, con actividades que ayudaban a las niñas a descubrir, crear y conectar. Ese primer año participaron quince niñas y sus cuatro educadoras, junto a nosotras, cinco voluntarias llenas de ilusión.
Fue una experiencia profundamente conmovedora. Las niñas estaban felices, nosotras aún más. Terminamos el último día entre lágrimas, risas y abrazos, sabiendo que esto recién comenzaba.

Desde entonces, hemos repetido el campamento cada verano.
Y este 2025 marcó un nuevo paso: después de trabajar un año en Australia, conocí una organización mundial sin fines de lucro que realiza campamentos para niños de hogares de acogida. Llevan más de 40 años de experiencia, realizando 200 campamentos al año solo en Estados Unidos.

Me invitaron a participar en uno de sus campamentos en California, y tuve la oportunidad de vivir la experiencia desde dentro: compartir con los niños, acompañar las actividades y ver cómo todo el programa cobraba vida.

La experiencia allá fue profundamente inspiradora. Uno de los aprendizajes más valiosos fue ver la comunidad que formaban los voluntarios, todos pertenecientes a una Iglesia. Gracias a eso, el proyecto tenía continuidad: cada año, cada campamento se repetía desde cada comunidad naciendo otros distintos en otras Iglesias, sostenido por el mismo espíritu de amor y servicio.

Durante ese viaje conocí a Jaicie, una voluntaria de 19 años cuya historia me marcó para siempre.
A los cinco años, los servicios sociales la separaron de su familia junto a sus hermanos, y a los siete fue invitada por primera vez al campamento. Me contó que nunca antes había sentido amor, que vivía la vida en tonos grises y no se reía.
En el camp todo cambió: descubrió que había personas que la querían, que la animaban, que creían en ella. Le enseñaron a nadar, la alentaron a intentarlo una y otra vez, y le decían lo bien que lo hacía.

“Fue la primera vez que sentí que alguien me quería”, me dijo.

Al final del campamento le regalaron un pequeño álbum con fotos de esos días: riendo, jugando, siendo feliz. Ese álbum se convirtió en su salvavidas. Cada vez que se sentía sola, lo abría y recordaba que todo eso había sido real.

Esa misma familia la llevó tres años más seguidos al camp, y esa experiencia terminó de transformarla.
Hoy Jaicie estudia Derecho para defender a los niños vulnerados en sus derechos, como ella alguna vez lo fue y participa de voluntaria en estos campamentos.
Su historia me conmovió profundamente —ver cómo el círculo se cerraba, cómo antiguas campers volvían años después como voluntarias, me confirmó que estos campamentos realmente cambian vidas.

Al regresar a Chile en julio, el desafío fue aterrizar todo lo aprendido: adaptar ese modelo a nuestra realidad chilena y unirlo con la esencia de lo que ya veníamos construyendo en Alma Camps. Ese proceso no solo fortaleció nuestra visión, sino que también permitió que Alma Camps encontrara un hogar definitivo: al volver, el proyecto fue acogido y apoyado por la Fundación Chile Familia, transformándose oficialmente en una iniciativa de la fundación.

Así nació el nuevo capítulo de esta historia: este verano 2026 realizaremos un campamento para 20 niñas, que vivirán cinco días inolvidables llenos de juegos, naturaleza, atención plena y, sobre todo, amor.

Conviértete en voluntario


Se parte de Alma Camps 2026.